Re: Diversidad educativa
Hola Angelina, hola a todos!
En primer lugar, me gustó mucho tu Canva, coincido en los puntos que destacaste. No es mi primer acercamiento al tema y conozco a los autores citados, me costó seleccionar ideas nuevas para mi trabajo.
(Les dejo mi Canva https://www.canva.com/design/DADZZvWKGiQ/share/preview?token=KbAwo489P7UDS73C9bGJng&role=EDITOR&utm_content=DADZZvWKGiQ&utm_campaign=designshare&utm_medium=link&utm_source=sharebutton)


Comparto la idea de que la "talla única" no sirve y es, en cierta forma, injusto para el aprendizaje, me pongo también en el lugar del docente que planifica en función del conocimiento de su clase y pienso, ¿qué pasa cuando conocemos las dificultades del alumno y aún así no sabemos qué funciona con él o ella? ¿Qué ocurre cuando ya hemos superado la etapa del modelo homogeneizante y estamos parados en el medio: sabiendo que lo que hacíamos está mal pero no sabemos cómo hacerlo bien, o lo sabemos pero no podemos porque no se nos ocurre o porque no tenemos tiempo?
Lo planteo porque en las últimas coordinaciones del liceo en el que trabajo ha sido un emergente recurrente con un grupo en el que hay una alumna con Síndrome de Down, un alumno con TDAH, y otros seis alumnos en los cuales reconocemos dificultades pero no logramos (ni nos aventuramos) a diagnosticar cuáles son, además no contamos con equipo multidisciplinario ni el acceso a un diagnóstico técnico en nuestra localidad. Las preguntas que nos surgen son: ¿hasta dónde pueden llegar?, ¿realmente están aprendiendo?, hemos probado estrategias personalizadas, mientras tanto ¿qué hago con los demás alumnos?
No lo planteo como una queja, por el contrario, me gustaría saber si alguien más se enfrenta a situaciones similares, si se les ocurre algún aporte, en fin, para cumplir con el cometido del foro que es el intercambio.
Los leo.
TEXTO ADAPTADO
Gabriel
García Márquez, publicado en 1962
Don Aurelio Escovar es dentista. Don Aurelio odia al
alcalde. Un día, el alcalde llega a pedirle que le saque una muela.
El lunes
amaneció tibio y sin lluvia. Don Aurelio Escovar, dentista sin título y
buen madrugador, abrió su consultorio
a las seis. Sacó de la vidriera una dentadura postiza y puso sobre la mesa un
puñado de instrumentos que ordenó de mayor a menor. Llevaba una camisa a rayas y los pantalones
sostenidos con tiradores elásticos.
Era rígido, delgado, con una mirada
que raras veces correspondía a la situación.
Cuando Don Aurelio tuvo las cosas
dispuestas sobre la mesa se sentó a pulir la dentadura postiza. Parecía no
pensar en lo que hacía, pero trabajaba con dedicación.
Después de las
ocho, hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana. Don Aurelio siguió trabajando con la idea de que antes del
almuerzo volvería a llover. La voz destemplada de su hijo de once años
lo distrajo de su tarea.
HIJO: -Papá.
DON AURELIO: -Qué.
HIJO: -Dice el
alcalde que si le sacas una muela.
DON AURELIO: -Dile
que no estoy aquí.
Don Aurelio estaba
puliendo un diente de oro. Lo retiró a la distancia del brazo y lo examinó con
los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvió a gritar su hijo.
HIJO: -Dice que
sí estás porque te está oyendo.
Don Aurelio
siguió examinando el diente. Sólo cuando lo puso en la mesa con los trabajos
terminados, dijo:
-Mejor.
Don Aurelio volvió
a la herramienta que usaba para pulir.
De una cajita de cartón, sacó varias
piezas dentales y empezó a pulir el
oro.
HIJO: -Papá.
DON AURELIO -Qué.
Don Aurelio aún
no había cambiado de expresión.
HIJO: -Dice que
si no le sacas la muela te pega un tiro.
Don Aurelio, sin
prisa, con un movimiento
extremadamente tranquilo, dejó de pulir
la dentadura y abrió por completo el cajón
inferior de la mesa. Allí estaba el
revólver.
-Bueno -dijo-.
Dile que venga a pegármelo.
Don Aurelio hizo
girar el sillón hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde
del cajón. El alcalde
apareció en la puerta. Se había
afeitado la mejilla izquierda, pero en la otra, hinchada y dolorida, tenía una
barba de cinco días. Don Aurelio
vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperación. Cerró el cajón con la punta de los dedos y dijo
suavemente:
-Siéntese.
-Buenos días
-dijo el alcalde.
-Buenos -dijo don Aurelio.
Mientras hervían
los instrumentos, el alcalde apoyó el cráneo en la silla y se sintió
mejor. Respiraba un olor fuerte. Era
un consultorio pobre. Cuando
sintió que el dentista se acercaba, el alcalde afirmó los talones y
abrió la boca.
Don Aurelio
Escovar le movió la cara hacia la luz.
Después de observar la muela dañada, ajustó la mandíbula con una cautelosa
presión de los dedos.
-Tiene que ser
sin anestesia –dijo don Aurelio.
-¿Por qué? – preguntó el alcalde.
-Porque tiene infección. – respondió Don Aurelio.
El alcalde lo miró en los ojos.
-Está bien –dijo
tratando de sonreír.
Don Aurelio no
le correspondió. Llevó a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos
hervidos y los sacó del agua con unas pinzas frías. Después acercó la escupidera y fue a lavarse las manos. Hizo
todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdió de vista.
El dentista abrió las piernas y apretó la muela con el gatillo
caliente. El alcalde se aferró a las barras de la silla, descargó toda
su fuerza en los pies y sintió un vacío helado en los riñones, pero no soltó un
suspiro. El dentista sólo movió la muñeca. Sin rencor, más bien con una amarga
ternura, Don Aurelio dijo:
-Aquí nos paga
veinte muertos, teniente.
El alcalde sintió un crujido de huesos en la mandíbula y sus ojos
se llenaron de lágrimas. Pero no suspiró hasta que no sintió salir la muela.
Entonces la vio a través de las lágrimas. Le pareció tan extraña a su dolor,
que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre
la escupidera, sudoroso, agitado,
buscó a tientas el pañuelo en el bolsillo del pantalón. Don Aurelio le dio un trapo limpio y le dijo:
-Séquese las
lágrimas.
El alcalde lo hizo. Estaba temblando. Don Aurelio regresó secándose las manos.
-Acuéstese y
haga buches de agua de sal. – le dijo.
El alcalde se puso de pie, se despidió con un saludo militar, y se
dirigió a la puerta estirando las piernas.
-Me pasa la
cuenta –dijo el alcalde.
-¿A usted o al
municipio? – respondió don Aurelio.
El alcalde no lo miró. Cerró la puerta, y le dijo:
-Es lo mismo.
FIN
ANTES: gabinete
– cargadores – enjuto – obstinación –
abstracción – fresa – puente – apresurarse – operar la fresa - gaveta – umbral – glacial – gabinete –
absceso – trató de sonreír – rodó – jadeante – vaina.
Versión:
ProfªMariana
Ferreira González
GLOSARIO
·
“A tientas”:
reconcer las cosas mediante el tacto.
·
Alcalde:
autoridad municipal de un municipio.
·
Cautelosa:
cuidadosa.
·
Escupidera:
pequeño recipiente que sirve para escupir en
él.
·
Mandíbula:
cada uno de los huesos que conforman la
cavidad oral y que sostienen los dientes.
·
Municipio:
Institución compuesta por el alcalde y otras
autoridades para administrar un territorio, una ciudad, por ejemplo.
·
Rígido:
Riguroso, severo.
·
Teniente:
Grado militar, inferior al de Capitán.
·
Tiradores:
tiras de tela que van desde la cintura hasta los hombros para
sostener el pantalón.
Imagen: Clicker-Free-Vector-
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